sábado, 8 de noviembre de 2008

Sobre el asunto de los orígenes

El sol nace para morir cada día. Los ríos corren para perderse en la anchura del mar. Si esto es así –y lo es-, entenderemos que: 1) todo lo creado tiene un final; 2) todo lo que nace se destina a un fin mayor que sí mismo.

El enunciado se aplica también a nosotros, seres humanos, porque somos criaturas (aunque no estrellas como el sol o agua como los ríos), y las características son intrínsecas a nuestra naturaleza creada. Si bien es cierto que la frase “el sol nace para morir cada día” se oye un tanto romántica, tengo presente el decaimiento natural que sufre la estrella cada segundo.

Si pudiésemos, entonces, encontrar un Ser no limitado a un inicio, éste sería además de infinito, el fin y sentido de todo cuanto surge de y desemboca en él. Por tanto, importa saber nuestro origen: si somos materia y no otra cosa que un producto aleatorio, entonces nuestro fin es el caos y nuestra gloria el ahora, así que comamos y bebamos porque mañana moriremos. Si, en cambio, nuestro origen es más elevado, ¿no valdrá la pena conocer cuál es? ¿Y al saberlo, vivir para la gloria del Mar al que iremos?


Ahora bien, ¿podrá lo finito entender lo infinito? ¿Qué una gota imagine la inmensidad del mar? ¿Podrá la luz mirar atrás y ver su fuente de inicio? No, ciertamente que no.

Por naturaleza, lo que tiene principio no sabe qué hay antes de sí –a menos que le sea narrado. Pero, ¿cómo asegurarse de la veracidad de la narración? Tal es el dilema de muchos.


Conocer la verdad resulta a la vez sencillo e imposible.

Inigualablemente sencillo porque basta conocer que Quien informa es veraz y no puede mentir, basta conocer que Quien informa estuvo allí en verdad.

Absolutamente imposible porque, a menos que el sol nazca no podemos ver su luz. 

La Perfección no puede ser conocida por la imperfección si ésta no es primero transformada. Esta transformación, brindada por la Perfección misma, es lo que se conoce como fe, y es la diferencia entre una vida y una mera existencia, entre una vida que cumple su propósito y llega a buen fin, y una mera existencia que pasa los días hasta desaparecer.

Pensamientos de un joven, febrero 14 de 2008

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