lunes, 31 de enero de 2011

Salmo 12

Meditación del 31 de enero

“Y dijo a sus hermanos, y a la casa de su padre: Subiré y lo haré saber a Faraón, y le diré: Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a mí. Y los hombres son pastores de ovejas, porque son hombres ganaderos; y han traído sus ovejas y sus vacas, y todo lo que tenían" (Génesis 46:31-32).

El hijo mayor de Raquel era Señor o Primer Ministro de Egipto pero no se avergüenza de reconocer a sus humildes familiares delante de la realeza: "Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a mí" (v.31). Su corazón no se exaltó sobre sus hermanos ni guardó rencor contra ellos, les creyó que estaban arrepentidos y como los había perdonado no volvió a mencionar más del incidente. 
En asuntos del mundo fue superior a todos ellos, pero su honra era ser hijo de Abraham e Israel, lo cual es un tipo de la humildad y amor de Cristo hacia los creyentes de todas las épocas. En la prudencia de José se nota con claridad que era un hijo de Jacob, un verdadero creyente. Se espera que los cristianos sean prudentes.

Faraón había pedido a José que trajera todos sus hermanos a estas tierras, pero es posible que en la mente del rey no estuviera la idea del número de ellos, una colonia, 75 personas repartidas en unas 10 familias. 
Era obligado que Faraón fuese enterado debidamente de la colonia que estaba llegando a sus posesiones, sobre todo que todos vinieron para ser una carga financiera al gobierno egipcio, habría sido incorrecto obrar en la clandestinidad.

Como Faraón le dijo que trajera su familia, José la trae y la asienta en la tierra de Gosén, ¿es posible que lo hiciera de este modo sin faltar a las palabras que le dijo el rey? Sí era posible, pero poco sabio. La imprudencia aquí es ir en contra del sentido de las frases que de lo literal. El hombre que aspira una buena conciencia no solo procura atender la forma del lenguaje, sino también el fondo o sentido entre líneas que podemos leer u oír, directa y objetivamente de las letras.

Pero como todo siervo fiel, José no solo les habría de comunicar la llegada sino también su condición social u oficio: "Y los hombres son pastores de ovejas, porque son hombres ganaderos; y han traído sus ovejas y sus vacas, y todo lo que tenían" (v.31)
José habría de dar un reporte completo de su familia, quiénes eran sus ancestros, cuántos eran en número y la actividad a la cual se dedicaban. 
Para el egipcio era abominación o signo de bajeza detestable el oficio de pastor de ovejas, pero cuando Faraón fue informado él mismo asignó el lugar para la residencia de Jacob y su familia. Gosén, una llanura cerca de la desembocadura del Nilo, muy propia para ganadería pero también apartada de la población egipcia, un suelo de exclusión. 
La providencia de Dios los dirigió a ese lugar para guardarlos de la contaminación idólatra egipcia.

Nos ha tocado vivir en tiempos donde la violación a las leyes humanas son el plato del día, al punto que es muy difícil para un verdadero cristiano hacer negocios legítimos que dependan de la aplicación de estas leyes. 
La competencia es tan desleal que una empresa honrada quiebra con facilidad. En general, será extraño que un creyente viva con la abundancia material que tienen negociantes impíos. 

Ante esta injusticia, tengamos la misma mente de los hijos de Jacob -si es que somos descendientes suyo mediante la fe- y entendamos que tal situación es la voluntad de Dios para nosotros, porque esas adversidades guardarán nuestros corazones para no ser contaminados con codicia o de avaricia, que es idolatría. La prosperidad puede ser lazo para el alma, y si se prospera rápido, violando  leyes, el lazo es más sutil y amarra con más fuerza, será difícil zafarse: "Los bienes que se adquieren de prisa al principio, no serán al final bendecidos" (Proverbios 20:21). 
La corriente del Egipto presente es poseer fortuna con rapidez no importa  cómo.

Estemos contentos y vayamos confiados a vivir en el Gosén que nos ha tocado, porque Dios es bueno.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

domingo, 30 de enero de 2011

Meditación del 30 de enero

"Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4:24).

Examina con diligencia la manera de tu adoración. 
Hay épocas donde el examen es más necesario que en otras; el examen médico es mandatorio cuando oímos de plagas o tiempos donde abunden  enfermedades. Y en estos tiempos, donde vemos que cada día son más claras las señales sobre el fin del mundo, más debemos empeñarnos en examinar nuestra devoción a Dios. Como lo dice el apóstol: "También debes saber esto: que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de sí mismos y del dinero. Tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. A éstos evita" (2Timoteo 3:1,5).

¿Estoy yo entre esos que describe el texto? ¿Está mi corazón dormido cuando Cristo me toca la puerta? ¿Peleo contra las influencias del Espíritu de Dios en mi alma? ¿Me esfuerzo en agradar a Dios o en agradar más la carne? ¿Soy yo un verdadero creyente o un simple formalista religioso? ¿Tengo el fruto del Espíritu o tan solo me gusta oír verdades, sin estar dispuesto a pagar el precio de amarlas?

Después que hagas esas preguntas en lo íntimo de tu corazón, te invito a aplicar el remedio divino: "Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová" (
Salmo 27:8)
Cuando oigas la voz de Dios, no cierre tus oídos ni te hagas el indiferente, sino que con diligencia levántate a oír y con el firme propósito de obedecer. 
Ahora bien, por el testimonio de David uno entiende que para comprometerse a alabar a Dios en adoración, primero afirmaba su espíritu: "Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto" (Salmo 57:7).

Por débil que sea tu adoración, si nace de un principio de gracia será acepta delante de Dios. 
Mira la ternura de Cristo con Sus apóstoles: "Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos" (Lucas 10:20). Las palabras de nuestro Salvador encierran cierto grado de reprensión por la presencia de gozo carnal en el servicio a Dios, sin embargo no rechazó lo que habían hecho en obediencia a Su mandato. 

La debilidad en tu adoración viene de dos fuentes venenosas: La corrupción natural -tu pecado remanente, y la envidia de Satanás. 
El diablo no puede ver que tengas comunión con Dios sin tener envidia de ti. Se esforzará en acusarte delante del Señor, traer turbación sobre ti para que no puedas adorar tranquilamente. 
Desde el Edén envidia a los hijos de Dios. La envidia lo llevó contra Job: "Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehová, y entre ellos vino también Satanás. Y Jehová pregunto a Satanás: ¿De donde vienes? Satanás respondió a Jehová diciendo: De recorrer la tierra y de andar por ella. Y Jehová pregunto a Satanás: ¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Y Satanás respondió a Jehová diciendo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?” (Job 1:6).

El diablo no quiere que Dios tenga el honor de la adoración, tampoco quiere que el hombre reciba los frutos de su Señor y Creador. Por tanto, y aunque veas o sientas que tu adoración a Dios sea débil, anímate, consuélate con estas palabras, y no dejes de cumplir de todo corazón con tu deber. 
Recuerda: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren".

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

sábado, 29 de enero de 2011

Meditación del 29 de enero

“Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (Isaías 53:12).

La naturaleza humana no tiene entre sus cualidades hacer buena construcción de las adversidades que caigan sobre sus semejantes, por el contrario, somos muy aptos para pasar juicio negativo sobre los sufrimientos y adversidades de los hombres. El profeta lo explica así: "Nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido" (v.4).

Es extraño a nuestra manera de pensar que Dios quiera poner a sufrir a los suyos, especialmente cuando somos acusados por otros sin tomar en cuenta que la acusación podría ser injusta. 
Mucho fue intentado contra el Señor Jesús, pero nada en su contra le fue probado. Intentaron implicarlo en sedición contra el César, acusarlo de destruir la nación Judía y el Templo, pero todas fueron simples calumnias por envidia. 
La gloria y honra de Cristo es más clara cuando percibimos, que por parte de El no hubo ninguna causa ni ocasión de sufrir, sino que esto fue por causa de otros, a quienes El amó desde antes de la fundación del mundo.

En lo que a los hombres concierne, este bien implica dos asuntos: Nuestro consuelo y nuestro deber. 

Nuestro consuelo. No hay que probar que somos pecadores, lo sabemos hasta la saciedad -sobre todo si conocemos la luz del Evangelio. A menudo esta realidad  trae amargura a nuestro espíritu, pero saber que Cristo pagó por nuestros pecados nos consolará, que nuestros pecados fueron expiados en la cruz del Calvario. Dios nos ha dado el argumento: "El justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). 
Para que puedas entrar y estar en el reino de Dios, fue pagado con gran precio el rescate de tu alma. El salario del pecado es la muerte y Cristo honró ese salario muriendo en lugar del pecador: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). Cristo murió por ti, por mí, todas nuestras transgresiones fueron expiadas.

Nuestro Deber. Cuando el creyente considera debidamente todos estos sufrimientos por sus pecados, le hace pensar en su deber de obediencia, porque el verdadero arrepentimiento siempre va acompañado de gratitud, gratitud a Su amor y liberalidad nos mueve a obedecer. 
Uno se pregunta: ¿Habrá un sufrimiento duro, o un deber muy grande hacia Aquel que entregó Su vida para salvar la nuestra? 
Si lo hay es por ingratitud o incredulidad de nuestra parte, pues escrito está: "La fe que obra por el amor" (Gálatas 5:6)
Reflexionar más a menudo sobre la muerte de Cristo y sus sufrimientos es bueno y propio. Pero esta reflexión no es para verle con pena o compasión, porque Su muerte no fue martirio o tragedia, sino para que crezca en nosotros  aborrecimiento a toda apariencia de mal, pues El murió por nuestros pecados.
El Padre le abandonó cuando se hizo pecado por nosotros, no hay otra causa por la cual debía morir, El era inocente.

Es propio meditar en esto, porque aumentará nuestra fe en El.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

viernes, 28 de enero de 2011

Meditación del 28 de enero

Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).

Esto pudiera llamarse el avance o progreso de la victoria. Cristo trae los hombres a la obediencia a El mismo, los convierte en ciudadanos de Su propio reino, el reino de los cielos. No solo son vencidos, sino también pasan al lado de Cristo para luchar a favor de la verdad. 
Muchos vienen llenos de falsos argumentos, conocimientos mal aplicados que luego son utilizados en forma correcta al servicio del Evangelio.

Bendita victoria donde el conquistador y los conquistados celebran juntos el triunfo, El reparte el botín con ellos, con aquellos que en otro tiempo eran sus enemigos: "Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí" (Gálatas 1:23). Cristo gobierna sobre todos aquellos a quienes ha conquistado, sus almas son sometidas al Evangelio.

Consideremos cómo Jesucristo gobierna sobre ellos, cómo rige sus almas y ejerce autoridad de Rey sobre los cristianos.

Lo primero es que impone una nueva ley y ordena fiel obediencia a ella. 
El alma era satánica, pertenecía a Satanás y no tenia reglas en sus deseos o codicia; podía desear lo que quisiera, con tal que no se "opusiera a los otros", su ley era la codicia: “Porque en otro tiempo nosotros también éramos insensatos, desobedientes, extraviados. Estábamos esclavizados por diversas pasiones y placeres, viviendo en malicia y en envidia. Éramos aborrecibles, odiándonos unos a otros” (Tito 3:3)
Si la carne quería algo y los apetitos sensuales se lo concedían, adelante, sin importar costo ni peligros, el asunto era proporcionar placer.

"Pero ahora", pues hay un "pero ahora". Ahora están bajo la ley de Cristo, y estos son algunos de los artículos del tratado de paz, lo cual el alma gustosamente firma en el día de la misericordia: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29). "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Romanos 12:1).

Cierto que la ley de Cristo es estricta. Hay reglas para todo, pero no esclavitud. Para que un acto se considere voluntario debe ser hecho con libertad, de otro modo sería imposición, no libre. Las obras de los cristianos han de ser hechas con sinceridad y libertad, pues de otro modo no serían aceptos delante de Dios.

Dirá alguien: Si hacemos pecado, ¿gustosamente hay libertad? No, porque el pecado es hecho bajo engaño, Satanás ofrece felicidad a los pecadores cuando en realidad los hunde en las miserias del infierno.
Además, la ley de Cristo presente en la conciencia del cristiano y en la Biblia,  hace de la obediencia un placer y la negación a sí mismo fácil: 
"Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos" (1 Juan 5:3).

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

jueves, 27 de enero de 2011

Meditación del 27 de enero

"Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos." (Isaías 53:10).

De este verso se infiere la extrema maldad del pecado.
No es asunto fácil reconciliar pecadores con Dios: costó a Cristo un mar de dolores y aflicciones, el terrible peso de la ira del Creador con todas sus fuerzas sobre El. 

Somos excesivamente descuidados con la salvación de nuestras almas. 
Para Cristo fue algo muy difícil, duro y doloroso, salvarnos de la culpa, dominio y castigo del pecado y llevarnos a tener comunión con Dios. 
Aquellos que pecan con facilidad en sus pensamientos y obras, tienen un bajo concepto del valor del sacrificio de Jesucristo: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 12:29). 
Cuando alguien tiene como cosa ligera pecar, está diciendo con sus hechos que pertenece a este grupo de corazones duros y malos. 
¿A dónde perteneces?

También aprendemos lo terrible que es la ira de Dios. 
Cristo sabía de antemano todo lo que ocurriría: anula el efecto sorpresa y disminuye el dolor. Sin embargo murió con muchas aflicciones del alma y abundancia de dolores; tenía el poder de Su pureza y todas las gracias, la culpa de conciencia no podía debilitarle porque no tenía culpa de nada. Cristo fue Dios-Hombre, pero tú no, tú eres una débil criatura. Lloremos sin cesar por aquellos que no conocen la gracia de Dios y serán visitados con la ira del Todopoderoso en la hora de su muerte, el Señor les hará conocer lo terrible que es pecar contra El.

Aprendemos la grandeza de la obligación que tenemos con Cristo. 
El fue molido en nuestro lugar. La justicia divina le decretó así: Hijo, debes tomar un cuerpo de hombre y sufrir. La sangre humana debe mancharte, serás formado como uno de ellos, sufrir, ser tentado, ser desamparado por Dios Padre, y soportar mi ira; y he aquí su respuesta: "Entonces dije: He aquí que vengo oh Dios, para hacer tu voluntad."(Hebreos 10:7).
¡Oh cuán amante Salvador es el Señor Jesucristo!

De manera que cualquier queja, murmuración o impaciencia bajo la cruz que nos haya puesto el Señor, es signo de que no tenemos el debido sentido de los sufrimientos de Cristo, que valoramos y amamos muy poco lo que El padeció en nuestro lugar. ¡Dios nos ayude!

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

miércoles, 26 de enero de 2011

Meditación del 26 de enero

"Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de El, viene a mí" (Juan 6:45)

Las enseñanzas de Dios son absolutamente necesarias a cada hombre que viene a Cristo. Significa que ningún hombre puede extraviarse del seguro camino a Cristo si está bajo las instrucciones del Padre.

Cuando los incrédulos oyen la voz de Dios se levanta en sus corazones un fuerte testimonio de que al escucharla obtuvieron quietud, sintieron una dulce paz que no habían experimentado con otra enseñanza, porque Dios enseña sencilla y claramente. No solo explica la verdad al entendimiento sino que también lo ensancha para recibir la verdad. No solo hace que el predicador hable claro, sino que además abre las mentes para que Su verdad entre con suavidad: "Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía" (
Hechos 16:14).

Los que iban camino de 
Emaús son ejemplo de esta obra: "Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él... Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le reconocieron. Pero él desapareció de su vista... Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras" (Lucas 24:27,31,45)
El salmista agrega: "Todas ellas son rectas al que entiende, y razonable a los que han hallado sabiduría" (Proverbios 8:9). Su enseñanza es infalible. Los hombres mas sabios e inteligentes pueden equivocarse con ellos mismos, perpetúan el error, pero con Dios no es así. Si estamos seguros de que Dios nos enseña, estaremos firmes de la verdad enseñada: "Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí" (Juan 16:3).

Las Escrituras producen impresión eterna sobre el alma, la enseñanza se mantiene fresca como si hubiese sido ayer. 
La enseñanza de los hombres se olvida pero la divina permanece: "Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo" (Salmo 119:98). La razón es obvia, las escribe al corazón. 

Cuán grande el error de quienes proclaman poder llegar a Dios sin que El los enseñe. Es contrario a la Biblia quienes afirman y estimulan que el hombre debe conocerse a sí mismo para encontrar paz y felicidad. 
Esta inclinación a ser autosuficientes fue la ruina de Adán y de multitud de seres humanos. Nadie puede tener interés por Cristo si Dios no le enseña: "El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber el misterio del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado" (Mateo 13:11). 

Un hombre o mujer puede ser muy culto y al mismo tiempo carecer de valor para confiar en Cristo, en otras palabras, pertenecer al infierno con todo y sus conocimientos. Hombres con excelentes cerebros son destituidos de la gloria de Dios. Esto explica por qué unos ministros son mas fructíferos que otros; unos tienen mucho de ellos y poco de Dios, otros tienen poco de ellos mismo y mucho del Señor. Es la enseñanza de Dios lo que lleva las almas a Cristo.

Supón dos fuentes de agua, una sin adornos y otra muy adornada. La muy adornada no refresca más por eso, lo que refresca es el agua, no los adornos. Lo que necesitamos es agua divina, oración diligente, ferviente y sincera para que el Espíritu Santo hable por boca del predicador. 
Una gota de conocimiento divino vale más que un mar de sabiduría humana: "Y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Filipenses 3:8). 

Hermano, las cosas que sabes respecto a la salvación por fe y la santificación por el Espíritu 
son ignoradas por los genios más altos que tiene el mundo. Levanta tu alma en constante acción de gracias.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

martes, 25 de enero de 2011

Meditación del 25 de enero

“Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3).

Santidad de vida es lo que hemos de procurar, en lugar de felicidad temporal. En 
Juan 17 Jesús oró para que los Suyos sean guardados no tanto del peligro del mundo, sino más bien del mal, y luego pide por santificación. 
Y así mismo hemos de orar por otros en la comunión del Espíritu y como un impulso de la naturaleza divina que hay en uno.

De esto se desprende que las bendiciones materiales serán deseables cuando tengan como fin o propósito un bien espiritual. Lo natural tiene también derecho de hablar y pedir, pero los pedidos de la gracia deben ser atendidos primero: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33)
Por tanto, será tu sabiduría y bienestar no dar tregua al presionar tu corazón para que se abstenga del pecado. Seamos cuidadosos, porque la religión  farisea se basa más en negativas que en hacer el bien, aunque hay un poner y un quitar: “Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos, pero renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad” (Efesios 4:22-24).

Por cierto es una interrogante si la vida del cristiano debiera gastarse más en mortificación o vivificación; más en evitar el pecado o en hacer los deberes. 
De cierto que nuestra naturaleza se goza más en hacer lo bueno que en las negaciones. Pero también los diez mandamientos tienen solo dos preceptos positivos, el cuarto y el quinto, y los demás negativos. 
Quizás porque el pecado perturba más la razón que la carencia de Gracia. 

Los moralistas, aun cuando hacen mucho bien natural o social, no tienen comunión con Dios. Es necesario presionar el alma para abstenerse del pecado, porque un instrumento como la guitarra dejado a sí mismo se desafinará y no podrá ejecutar la melodía, pero si está afinado será más fácil tocarlo. Absteniéndonos del pecado estaremos en condiciones de ser usados por Dios en cualquier tiempo. 
Si la comunión con Dios no es constante, entonces el corazón se oxida. Téngase en cuenta que la comunión se corta por el pecado más que por la carencia de gracia: “He aquí que la mano de Jehová no se ha acortado para salvar, ni su oído se ha ensordecido para oír. Vuestras iniquidades son las que hacen separación entre vosotros y vuestro Dios. Vuestros pecados han hecho que su rostro se oculte de vosotros para no escuchar” (Isaías 59:1-2). Frialdad en los deberes y pecado nos hace inadecuados para el Señor, pero el pecado todavía más. 
Presiona, pues, tu corazón para que se abstenga del pecado.

Hermano amado, no te sientas satisfecho con ningún grado de gracia. En el Cristianismo hay eso como una "codicia santa". El apóstol lo dice así: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). 
Cristo es tan lleno que no podemos recibirlo todo de una vez, ni tampoco tenemos vasijas suficientes para retener todo Su aceite.

Será ajeno a un santo creerse suficientemente bueno. Por tanto, hagamos uso de los medios de gracia para crecer en santidad, especialmente oración, medio señalado por Dios para mantenernos encendidos. 
Es tanto así, que al referir la apostasía de los últimos días el Señor -hablando en contexto sobre la necesidad de orar y no desmayar- termina Sus palabras así: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? " (Lucas 18:8)
La oración es el canal para llevar nuestros santos deseos a Dios.  

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

lunes, 24 de enero de 2011

Esto es abortar

Tomado de Justin Taylor, quien escribe lo siguiente:
El video es muy gráfico, pero revela lo realidad de las cosas que suceden a nuestro alrededor. En Estados Unidos solamente, la tasa es de
* 1.37 millones de niños abortados al año
* 3,700 niños abortados cada día
* 1 niño abortado cada 23 segundos.


Y cuando nos damos cuenta que Estados Unidos abarca solo el 3% de las estadísticas a nivel mundial, tenemos idea de la magnitud global que alcanza esta práctica.


Que Dios ejercite Su misericordia y juicio, y que Cristo venga pronto.


Meditación del 24 de enero

“Vino a el un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” (Marcos 1:40).

La lepra es una enfermedad de la piel, pero para el judío era algo más, lepra era signo de inmundicia si era encontrada en alguno. El enfermo no era enviado a los médicos, se ponía bajo la inspección del sacerdote pues el asunto tenía  connotación religiosa (Levítico 13:2-3).

La lepra era un tipo de la enfermedad del alma, el pecado, pues el individuo era declarado inmundo, se consideraba como indicativo del disgusto particular de Dios sobre la persona que cayera. 
Dios mismo castigaba con lepra o perdonaba y limpiaba: "Cuando la nube se apartó de encima del tabernáculo, he aquí que María quedó leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María, y he aquí que estaba leprosa" (Números 12:10)

La honra de limpiar la lepra estuvo reservada para Cristo, nuestro Gran Sumo sacerdote. En el verso, este hombre leproso tomó el camino correcto, ir al Señor buscando curación pues Cristo es el Único que puede limpiarnos de la inmundicia del pecado. Debemos ver primero nuestra lepra para luego acercarnos, cuando vemos nuestra lepra espiritual estamos empezando a ser humildes.

"Vino rogándole, e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme" (v40). Todos los que esperan recibir favores del cielo, deben reconocer la honra y la gloria que pertenece al Hijo de Dios. Aproximarse a Cristo con humildad y reverencia como el leproso, este hombre creyó y atribuyó a Cristo el poder para sanarle,  su humilde actitud se deja ver en que no exigió ni demandó sino que rogó. Como si dijera: "Yo sé que tienes el poder de sanarme, y si te place hacerlo, si tú quieres, de seguro será hecho". 
Todo lo que necesitamos es creer, y la fe producirá en nosotros la actitud, la manera y las palabras adecuadas para pedir y recibir todo lo que necesitamos para el bien del alma, porque la fe obra en luz. 
La humildad comienza reconociendo en Dios todo el poder, y aplicarla es actuar de acuerdo a eso creído. Así seria humildad en palabras y obras, porque este hombre creyó en el poder de Cristo y aplicó su conocimiento a la necesidad particular de su propio caso, la lepra. 
Humildad es echarse espiritualmente a los pies de Cristo y esperar que nos levante. Cristo no tenía apariencia atractiva sino más bien humilde, pero el leproso no actuó por lo que vieron sus ojos sino que creyó en Cristo como enviado de Dios, se apoyó en la bondad del Señor: "Si quieres, puedes limpiarme".

Hagamos lo mismo en el sentido de nuestra lepra espiritual: buscar al Señor Jesús, preguntar por él y luego apoyarnos en él, como nuestro Médico. 
Solo  Cristo puede sanar las enfermedades del cuerpo y sobre todo del alma. Humillarnos ante Dios como este leproso, viendo al señor -humillados con el rostro a tierra- con el ferviente deseo de ser limpiados. Acogernos a su tierna compasión. 
El leproso oyó a Cristo, pero no había tenido la dicha de saborearlo, había visto la miel pero no había gustado de ella, y ahora, atraído por el dulce olor del conocimiento de Dios, viene a rogar que se le permita gustar de esa miel, la cual es Cristo, como si dijera: Si tú quieres, dame de tu bondad.

El olor de la misericordia de Cristo es algo tan sumamente agradable que nos empuja a buscarlo hasta que lo encontremos, como dice David: "Vengan a mí tus misericordias, para que viva" (Salmo 119:77).
 

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

domingo, 23 de enero de 2011

Meditación del 23 de enero

“Con el temor de Jehová uno se aparta del mal” (Proverbios 16:6).

El temor a Dios ejerce una poderosa influencia en el corazón de los hombres, que vean pecado donde otros ven deleites o conveniencias. Un hombre que en verdad teme a Dios no actuará como los otros.

Nehemías tuvo privilegios como ninguno de sus antecesores, el favor del rey, cartas de ruta y salvoconductos, que pudo haber usado para erigirse como grande sobre los otros además de acumular riquezas, pero en cambio dice: "Yo no hice así, a causa del temor de Dios" (Nehemías 5:15). Cuando una persona teme a Dios no usará los bienes que Dios le da con el fin que emplean otros hombres. Toma posición y riqueza para usarlas en el reino de Dios, no para provecho personal ni para aumentar su cuenta bancaria.

Veamos varios ejemplos bíblicos para confirmar esta verdad de la influencia del temor a Dios en las personas.
Un ejemplo negativo o de falta de temor lo constituye la hija de Herodías, mujer de Herodes: “por lo cual el se comprometió bajo juramento a darle lo que ella pidiera. Ella, instigada por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista" (Mateo 14:7-8).
Esta damisela había danzado con agrado frente a Herodes, quien le dió a escoger la mitad de su reino, ella pidió la cabeza de Juan el Bautista. Era malvada e hizo una selección criminal: no tenía temor de Dios en su corazón.

Un ejemplo positivo: la reina Ester, mujer piadosa y temerosa de Dios. Se le dió a escoger la mitad del reino de 
Asuero y ella escogió la libertad de Juan el Bautista, esto es, la libertad de sus hermanos los judíos, tuvo buen corazón e hizo una buena selección. No actuó como los demás. Quienes temen a Dios no harán como los otros: “Entonces el rey le preguntó: ¿Qué tienes, oh reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Hasta la mitad del reino te será dada!... Entonces la reina Ester respondió y dijo: ¡Oh rey, si he hallado gracia ante tus ojos, y si al rey le parece bien, que me sea concedida mi vida por mi petición y mi pueblo por mi solicitud!” (Ester 5:3;7:3).

Otro caso, Moisés: "escogió ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado" (
Hebreos 11:25). ¿Por qué? Por el temor de Dios. 
Y así como quienes temen a Dios no escogerán como hacen los otros, tampoco harán como los otros en materia de adoración, como dice Josué: "Pero yo y mi casa serviremos a Jehová" (Josué 24:15). Como si hubiese dicho "ustedes adoren a quien bien les parezca, yo adoraré al Dios de Israel". 

Aun en las motivaciones para predicar a Cristo este temor hace la diferencia, pues Pablo dice: "Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda, pero otros de buena voluntad" (Filipenses 1:15). Para mejorar su comodidad, para hacer negocio de la religión o venderse como hombres honestos, buscando honor en este mundo. Pero no así yo -dice el apóstol- porque yo temo a Dios. Las grandes ventajas no harán que una persona tema a Dios. 

Moisés envió espías a conocer la tierra de Canaán. Caleb y Josué trajeron un buen reporte porque temían a Dios, confiaban en el Señor, pero los otros no y exageraron los peligros sembrando incredulidad: “Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moises, y dijo: ¡Ciertamente subamos y tomémosla en posesión, pues nosotros podremos más que ellos! Pero los hombres que fueron con él dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros” (Números 13:30-31).

Las escrituras revelan una gran diferencia entre el rey Acab y el rey Josafat. Cuando a Acab le llegaron adversidades no las santificó, sino pecó más por esta causa: “El rey de Israel respondió a Josafat: Todavía hay un hombre por medio del cual podríamos consultar a Jehová; pero yo le aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es 
Micaías hijo de Imla. Josafat respondió: No hable así el rey” (1Reyes 22:8).
Josafat, cuando fue visitado con ataque enemigo, buscó al Señor y trabajó para fortalecer su fe: “Aconteció después de esto que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos algunos de los amonitas, salieron a la guerra contra Josafat... Josafat tuvo temor, se propuso consultar a Jehová e hizo pregonar ayuno en todo Judá” (2Crónicas 20:1-3). 
No hizo como los impíos, porque temía a Dios:
"Toda persona que teme al Creador, le amará en la adversidad y le temerá en la prosperidad".

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org