jueves, 30 de septiembre de 2010

Amor es...




1 Corintios 13

Hábitos de Lectura.2

Todo el mundo dice que si los varones no leen bien, es porque no leen lo suficiente.
Pero, ¿por qué no leen?

Un número considerable de maestros cree que los niños simplemente se aburren por el tipo de literatura que encuentran en sus escuelas. Según los expertos, debemos "buscar a los niños en donde se encuentran" -esto es, alcahuetear sus gustos.
Para niños y jovencitos, por ejemplo, buscar libros que "exploten [su] amor por el cuerpo y sus funciones, incluso humor grosero." Una maestra ha llegado al extremo de dar "fiestas en groserología" -"para primero hacerlos leer -dice ella- preocúpate después del contenido."

Pero tales ideas y modernas tendencias son contrarias a ideas tradicionales de educación.
Educación se entendió alguna vez como entrenamiento para libertad. No sólo mera transmisión de información, sino formación de modales y gustos. Aristóteles pensaba que debiéramos ser criados para "disfrutar en, y dolernos por, aquellas cosas que debiéramos; esta es la verdadera educación."

Platón, antes que Aristóteles -escribió CS Lewis- dijo lo mismo. "Al inicio, el animalito humano no tendrá respuestas correctas. Hay que entrenarlo para sentir placer, agrado, disgusto y odio por aquellas cosas que en verdad son placenteras, agradables, de disgusto u odiosas."

Esta clase de entrenamiento va contra el grano, y ¿quién tiene tiempo para ella?
Es mucho más fácil buscar a los niños donde se encuentran.

El secreto para lograr que los varones lean, me atrevo a sugerir, es bien sencillo.
Ten bajo control (esto es, retira) toda clase de medios electrónicos, en particular video juegos, internet recreativo y cosas por el estilo. Luego ve y llena tus estantes con buenos libros.

Thomas Spence, publicado en Wall Street Journal.

Meditación del 30 de Septiembre

"Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifiesta el hombre de pecado, el hijo de perdición" (2 Tesalonicenses 2:3).

Apostasía, en general, es de carácter religioso: desobediencia contra Aquel a quien debemos sumisión. Nuestros primeros padres, Adán y Eva, fueron apóstatas desde el momento que desobedecieron el mandato divino: "Por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores" (Romanos 5:19). La apostasía que refiere el texto trata de un apartarse de la Iglesia visible de la sumisión y obediencia que debe a la Palabra de su Señor y Salvador Jesucristo.

Es apostasía religiosa por el carácter de las personas a quienes el apóstol Pablo escribe, personas que profesaban y estaban comprometidas con el cristianismo, de carácter religioso y no civil, no relacionada con reinos que habrían de surgir en Europa. 
"El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe" (1Timoteo 4:1). Siempre han habido y habrán quienes se apartan de la fe profesada en Cristo, pero el lenguaje del verso denota que la apostasía trata de un movimiento organizado con su peculiar cuerpo de doctrina.

Mantén tus ojos abiertos contra la apostasía del corazón, que nada te haga caer de tu firmeza. A nadie le parece haber caído de su profesión de fe por lo general; aún cuando abandonen el Cristianismo, muchos dirán que creen en Dios, que con cierta regularidad leen 
sus Biblias y a veces oran, cuando lo cierto es que se han apartado del celo y fervor por el Señor. 
Podrán hablar de Cristo, pero no disfrutan comunión con la Iglesia; ciertamente se han vuelto a la sensualidad, al aprecio por el mundo y las cosas que están en el mundo. El alejamiento de Cristo y Su pueblo prevalece contra la luz de su entendimiento bíblico.

Toda persona que ha entrado al camino de la piedad entra con cierto grado de regocijo, y si este gozo decae, entonces uno también disminuye, la vida celestial es obstruye: "Mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo" (Mateo 13:25). 

La apostasía religiosa se conocerá por dos signos: frialdad en los deberes (apatía) y facilidad para pecar. 
Apatía: "Mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días" (Jeremías 2:32). 
Será frecuente encontrar a Dios en el Antiguo Testamento reprochando a Israel por perder deleite en la verdadera religión, cansado de Dios (Isaías 43:22).
Cuidado, si hablas de Dios y no te deleitas en tener comunión íntima con El, eso es apostasía.
Facilidad de pecar: los gobiernos procuran mantener bien iluminadas de noche las calles, con miras a reducir la maldad, puesto que en la oscuridad es más fácil para los malos cometer fechorías. 
De modo semejante, cuando alguien se aparta de la luz del Evangelio aumenta la facilidad de pecar: "Porque si los que se han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se enredan de nuevo en ellas y son vencidos, el último estado les viene a ser peor que el primero" (2Pedro 2:20). 
Si alguno se aparta de las amonestaciones que trae la predicación, los chequeos de su conciencia y del freno que impone la comunión entre los santos, entonces el corazón natural se desenfrena.
Cuídate, pues, y no apartes tu corazón del mandamiento divino.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sublime Gracia

Meditación del 29 de Septiembre

"En tus ordenanzas meditaré; consideraré tus caminos" (Salmos 119:15).
 
Meditación santa es otra de las ramas de la piedad. David hace la santa determinación de meditar en los mandamientos de Dios, como si dijera: "En tus mandamientos meditaré".

¿Que es meditación?  
Es un acto donde el alma espiritualiza cada asunto u objeto en que está interesada. Porque todo corazón nacido de nuevo es como un destilador: puede destilar beneficiosos pensamientos o conclusiones de todo lo que entra a su cerebro. 
El Señor Jesucristo sacó el discurso del agua de vida estando al lado del pozo de Jacob, (Juan 4); cenando en casa de un fariseo discursó sobre comer pan en el reino de Dios: "Al oír esto, uno de los que estaban sentados juntos a la mesa le dijo: ¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!" (Lucas14:15), y así muchos otros.

Hay una seria y solemne meditación que es un reflexionar del individuo, esto es, una conversación entre el hombre y su propio corazón.
"Meditad en vuestro corazón y callad", (Salmo 4:4). 
Mucho del temperamento o estado de nuestro propio corazón puede ser discernido o correctamente conocido por el causal de pensamientos. Los pensamientos son los primeros y más fieles signos de lo que somos y buscamos.
Un corazón dominado por la codicia, por ejemplo, encontrará deleite en grandes y constantes pensamientos de ganancias y riquezas. 
En la lujuria o lascivia, la mente correrá hacia placeres sensuales y desordenada gratificación de la carne.  
Honor y aplausos engordarán pensamientos del ambicioso.
Y así por el estilo.
Pero como las esperanzas y felicidad de un cristiano sincero se centran en Dios y Su favor, el creyente no hace otra cosa que frecuentemente centrar su alma en el gozo del Señor.

Quien formó el espíritu del hombre dictó sentencia para todos:
"Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón", (
Mateo 6:21). 
Ante esta realidad es recomendación para todo creyente que, mientras sus manos se empleen en negocios de esta vida, su corazón esté en Dios  -deleitándose en Sus perfecciones, palabras y obras.  
Que ninguna cosa llene tanto tu mente como para no pensar en Dios y Su bendita gloria, deuda ha buscar de toda nueva criatura. No es necesario encerrarse en una habitación para cultivar disposición de mente piadosa o vida virtuosa.

Nuestra meditaciones deben considerarse como los medios para obtener un fin mayor, entiéndase influir, afectar y gobernar nuestras almas por los estatutos de Dios. Hemos de soplar hasta que la llama se avive. «La esencia de un perfume afecta más nuestro olfato que una tonelada de pétalos de rosas sin procesar, de modo semejante, verdades grandes e importantes son usualmente más seguras, menos controversiales y más efectivamente impresas sobre la mente, dando al alma una agradable influencia para ir tras ellas.  La meditación hace este trabajo».

Empléate a fondo, medita en Dios y Su bendita misericordia en Cristo Jesús, nuestro hermoso y bendito Salvador.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

martes, 28 de septiembre de 2010

La FOTO DE HOY

Pensando...


Meditación del 28 de Septiembre


"Cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos" (2 Corintios 1:11).
 
La oración es el medio para ganar el favor de Dios. Mueve la misericordia divina porque es el curso de obediencia al mandato Suyo: "Los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien" (Salmo 34:10). 
Buscar el favor del Creador nunca será en vano, Dios no puede negarse a Sí mismo y la oración le ata a Sus promesas, porque el rogar vendrá antes que los bienes que él tiene reservado para Su pueblo. 
Ora, siempre, para que te vaya bien en todo tiempo.

Y después, recuerda que las alabanzas a Dios invitan para nuevas bendiciones. El agricultor pone sus mejores semillas en aquella tierra que mejor responde a la labor del cultivo, de manera semejante un corazón agradecido que alaba con labios sinceros al Creador llama a que el Labrador lo trate mejor: "Todo aquel que lleva fruto, Mi Padre lo limpiará, para que lleve más fruto" (Juan 15:2).

Por tanto, donde se reciben beneficios de Dios, y paren agradecimiento por medio de acciones de gracias y alabanzas, allí es donde más se consigue. 
Esta es la costumbre de Dios, dar más a los que hacen buen uso del bien que de El reciben.

Amén.
P.øscar Arocha; www.ibgracia.org

lunes, 27 de septiembre de 2010

Hijos e indisciplina

Meditación del 27 de Septiembre


"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia" (Génesis 3:15)

Este verso nos dice dónde se originó el aborrecimiento del mundo contra el verdadero cristiano. Hay hostilidad natural entre dos simientes, como entre lobo y oveja, perro y gato. Hay aversión entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente; entre el mundo y sus seguidores contra los seguidores de Cristo.

"Abominación es a los justos el hombre inicuo, y el de caminos rectos es abominación al impío" (Proverbios 29:27). Hay mutua rivalidad entre el bueno y el malo, de tal modo que nunca podrán hacer amistad firme. 
El bueno no aborrece al malo, porque no odia la persona sino el pecado. 
Un buen hombre siente aversión hacia el mal dondequiera que el pecado se encuentre, pero principalmente en sí mismo. El justo se siente ofendido con las malas obras de los impíos, sin embargo no odia tales personas.

"Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por eso el mundo os aborrece" (Juan 15:19). 
Los hombres se clasifican en dos grandes grupos, unos son del mundo y otros no lo son. Algunos tienen toda su esperanza, corazón y conducta en las cosas de esta tierra, son de aquí; sus maneras, el temperamento de su espíritu y el curso de su adoración son dirigidos hacia las cosas de este mundo. 
En cambio otros tienen sus juicios, sabor y afectos, y se dirigen a una vida que es después de ésta, escogidos de entre los hombres para persecución y disfrute de mejores cosas. Las Escrituras enseñan claramente esta clasificación de los hombres.
El ejemplo clásico lo constituye Caín y Abel. 
Caín es el patriarca de los incrédulos, el Espíritu Santo nos da un comentario de sus acciones: "No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas" (1Juan 3:12)

Uno fue de la simiente de la mujer, el otro de la serpiente. Uno adoró de manera correcta, llevó a Dios primicia, grosura y diezmos al Señor. El otro fue ligero y descuidado en su adoración. 
Y así es posible enumerar otros casos: Ismael e Isaac, Esaú y Jacob. Los unos aborrecían a los otros porque esos otros eran santos.

Al escoger una senda de conducta, no juzgues según el odio o el aplauso del mundo, sino por la verdad de Dios. Asegúrate que la verdad esté de tu parte y que venga lo que venga te mantendrás firme. No te amarres a tu propia opinión ni sea tu guía el método carnal, ni el miedo a los hombres. Que tu guía sea el temor a Dios. 
Cuando un hombre presupuesta para construir, gasta libremente y de acuerdo a lo asignado a cada partida porque lo hace conforme a lo presupuestado. Sabe que tiene lo suficiente para responder a las necesidades que se presentan. 
Así será con todos los que andan conforme a las reglas de la piedad y no son guiados por el odio o aplauso del mundo.
"Cuando los caminos del hombre le agradan a Jehová, aún a sus enemigos reconciliará con él" (Proverbios 16:7). 
  
Nunca pretendas abrir puertas de misericordia con métodos carnales.
Haz la voluntad de Dios, y El te guardará.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

sábado, 25 de septiembre de 2010

viernes, 24 de septiembre de 2010

Hijos y disciplina

Meditación del 24 de Septiembre

“Desde la puerta de los Caballos restauraron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa. Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer, enfrente de su casa; y después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guarda de la puerta oriental” (Nehemías 3:28).


La obra de cada uno fue distinta o separada, sin embargo el interés fue el mismo, servir a Dios. El lugar de trabajo, disperso: "Entonces dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros" (Nehemías 4:19).

Diferentes actividades, pero mismo objetivo para todos y cada uno.

La contribución separada de cada hombre sobre el muro contribuyó a finalizar la totalidad. "La suma de cada una de las partes hace el todo."


Era una ciudad, un muro, un gran objetivo y al final cada quien contribuyó con su propia parte y la obra finalizada. En el servicio a Dios ha de haber unidad de los intereses públicos y privados de todos, porque mientras cada uno cumple lo suyo en su deber particular, todos contribuyen al gran objetivo, la gloria de Dios, y por ende, el bien de la Iglesia de Cristo y el beneficio de la humanidad en general.


El principio del pasaje salta a la vista: guiados por principios divinos, cada quien trabaje en lo suyo o en aquello que Dios le ha dado, contribuirá al objetivo final.
"Después de él restauraron otro tramo Hananías hijo de Selemías y Hanun, el sexto hijo de Salaf. Después de ellos Mesulam hijo de Berequías restauró frente a su almacén" (Nehemías 3:30). El más pequeño de los apartamientos, una habitación o cámara personal, sirvió de estimulo para que alguien contribuyera a la obra en general de reconstruir el muro.


No hay que forzar la interpretación para inferir la importancia de la cooperación o unidad de los intereses personales y públicos en el servicio a Dios.

Las cosas están planeadas por la mente divina de tal modo que la contribución de cada uno contribuye a la obra en general.

Una persona trabajando en lo suyo, a su propia habitación, añade parte y ayuda a que el muro de la ciudad de Dios sea terminado. Cada hermano cooperando en lo suyo refuerza al bien de la Iglesia, la edificación de la sociedad, de la humanidad, y así dar gloria a Dios. Si cada quien barre y limpia la acera de su propia casa, entonces toda la ciudad estará limpia.

Como David: "Que haciendo la voluntad de Dios, sirvió a su propia generación".


Es nuestro más alto honor participar en la construcción de la sociedad y ser de bendición a nuestra generación. Pero se requiere ensanchar el corazón, esforzarse en procurar el bien de nuestro prójimo, cultivar buenos deseos para los demás, hacer buena construcción de sus hechos. No de los que están lejos o de los que viven en Australia, sino de aquellos que de algún modo u otro se encuentran cerca: familiares, vecinos, compañeros de empleo o estudio según el caso, en fin el universo de nuestros conocidos.


Procura ser fiel a Dios en lo tuyo, en tu fidelidad estarás contribuyendo al bien de todos. Porque nuestro Señor se regocija en el buen orden del Universo.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

jueves, 23 de septiembre de 2010

Vox Populi

Meditación del 23 de Septiembre

"Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado" (Marcos 16:15-16).


Todos y cada uno de los que por un verdadero arrepentimiento y fe abandonan la carne, el mundo y el diablo, y se entregan a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, como Creador, Redentor y Santificador, encontrarán en Dios un Padre que los ha reconciliado y por causa de Cristo ha perdonado sus pecados y dado Su gracia por el Espíritu. Al perseverar en este curso de vida, serán glorificados y conocerán de eterna felicidad.
Pero quienes no creen el Evangelio serán reos de eterna perdición, condenados por toda la eternidad en el infierno.

Esta es la suma del Evangelio.


Pablo expresa: "Y sabéis que no he rehuido el anunciaros nada que os fuese útil, y el enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús" (
Hechos 20:20-21).

Aunque quizás usó diferentes colores para presentar el cuadro, Pablo siempre predicó lo mismo, arrepentimiento hacia Dios y fe en Jesús.

No olvidemos la propia experiencia al llevar el Evangelio a otros, cuando el Evangelio llegó, nos encontró en un estado donde no interesaban para nada las cosas de Dios ni mucho menos el disfrute en una vida de piedad.

Fue necesario que nuestros intereses cambiaran y que una nueva forma de gobierno viniese sobre la voluntad.

A causa del pecado, de nuestro amor a las criaturas, lo espiritual no tenía sabor agradable, tales cosas estaban asociados a la idea de algo inútil y sin provecho.

Así que lo más simple y necesario para la paz es el arrepentimiento hacia Dios.


Pero aún siendo lo mas necesario no es suficiente, y no es suficiente porque el desafecto es mutuo: nos hemos olvidado de Dios y El nos aborrece, por lo tanto es necesario volver a El y que El se agrade en recibirnos.

Por el arrepentimiento nos volvemos al Señor y por la fe en Cristo nos volvemos algo agradable. El pecador ha ofendido al Creador, para reconciliación necesita desagraviar al ofendido y restituir lo dañado. Ambas cosas son necesarias.


La ofensa contra Dios requiere restitución. Esta restitución a Dios es lo que la Escritura llama fe o creer en Jesucristo: "A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que el sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (
Romanos 3:25-26).

Cuando por el arrepentimiento nos volvemos a Dios, hemos de aplicar a Jesucristo a nosotros mismos por medio de la fe, como un medio de obtener el fin que buscamos.

Por el arrepentimiento tomamos a Dios como nuestro Dios, nos volvemos al Creador.

Por la fe tomamos a Cristo como nuestro Príncipe o Gobernante, y Salvador.


Quienes ganan almas para Cristo tendrán reconocimiento de Dios en el día de gloria. Cuando una persona es traída a salvación, los santos se gozan y también los ángeles, pero mucho más Cristo; se deleita cuando ve la prueba y poder de Su muerte en los que ha ganado para Dios. También hay alegría personal al ganar un alma: "Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de orgullo delante del Señor Jesucristo en su venida? ¿Acaso no lo sois vosotros?" (1Tesalonicenses 2:19).


¿Deseas ir al cielo sin tener en tu haber ningún alma para presentar a Cristo? ¿Has pensado en lo que será entrar en la eternidad sin que haya nadie salvado por tu esfuerzo?


Si al considerar esto ningún sentido de vergüenza o humillación se levanta en tu corazón que reprenda tu indiferencia o irresponsabilidad, entonces con toda solemnidad te exhorto a ir a la cruz de Cristo y que estudies nuevamente cuáles son tus responsabilidades.

Considera la historia de la mujer samaritana, Dios está preparado para bendecir el humilde esfuerzo de Sus hijos:

"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones. Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:19).


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Meditación del 22 de Septiembre

"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mateo 16:24).


La cruz aquí significa toda clase de sufrimientos, desde la menor aflicción hasta la muerte física si es necesario. Esta es la ley del Cristianismo. En la mente es posible soportar toda clase de sufrimientos por causa de la verdad -el hombre interior siempre está dispuesto- pero el dolor del cuerpo nos hace opuestos a padecer por el Evangelio.

¿Por qué muchos rehúsan llevar la cruz de Cristo? Esta es la respuesta: Quienes disfrutan o aman la prosperidad terrenal son más miedosos y adversos a padecer por causa de Cristo.


Vivir en delicadezas y placeres terrenales apaga el vigor masculino del espíritu y enfría las decisiones virtuosas cuando somos asaltados con dificultades.

El hombre que ama la prosperidad es conocido porque desatiende la felicidad de su parte inmortal y atiende pecaminosamente su parte material o los asuntos de esta vida presente más que de la venidera. Ama más su cuerpo que su alma.

En realidad todos aman según su naturaleza: un gato ama una gata, un toro a una vaca; el corazón humano amará de acuerdo a su propia constitución: si espiritual, se ocupará del cuido del alma; pero si carnal, atenderá más su carnalidad.

Quien ame prosperidad tendrá por mayor tesoro la vanagloria terrenal que padecer por causa de Cristo: "Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne" (Romanos 8:5). La fe de estas personas existe solo cuando haya prosperidad, desaparecerá en las adversidades.


La prosperidad hace al hombre descuidado de los males por venir: "En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido" (Salmo 30:6).

Gozo carnal e irracionalidad son íntimos, se engañan a ellos mismos diciendo que nunca vendrá mal al poseedor de fortuna terrenal. Olvidan que según la circunstancias en abundancia, así será su coraje en adversidad. Esto es, que si estás desprevenido en relación a males, la aflicción inesperada traerá mayor dolor cuando llegue.


Las profecías parecen referirse a esto respecto al día final, como si insinuara que la humanidad será ahogada en seguridad carnal para cuando esté cercano el día de Cristo: "Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina" (1 Tesalonicenses 5:3).

El ultimo día será de enorme sorpresa para el impío. Nuestro Señor recomendó a los discípulos ser imitadores del sabio constructor que calculó seriamente el costo del edificio antes de empezar, para determinar si el era capaz de hacerlo.

Un hombre que ame la prosperidad está descalificado para amar a Cristo y sufrir por su causa: "Los cobardes tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda" (Apocalipsis 21:8).


La prosperidad suele incapacitar para padecer por amor a Dios por la sencilla razón de que debilita los principios espirituales de donde brotan las virtudes cristianas.

El principio universal que soporta y estimula el hombre carnal es ser feliz aquí y ahora: "Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?" (Salmo 4:6). Quieren ver la felicidad con sus ojos.

El creyente, en cambio, vive por fe. Su felicidad resulta de buscar el agrado de Dios.

La naturaleza de uno y otro hombre es diferente, uno ama lo visible o material y el otro lo invisible o espiritual.


El apóstol describe el camino de la felicidad verdadera así: "Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él" (2Timoteo 2
;11-12). Dice: "Palabra fiel", esto es, contrario a pensamientos y sentimientos de nuestra naturaleza. A la carne le parece irreal, pero el dicho es verdadero.
Cree y vivirás.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

martes, 21 de septiembre de 2010

Servicio

Meditación del 21 de Septiembre

"Que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias" (2 Pedro 3:3).


El espíritu de gracia revela que se levantarán impíos contra c
ristianos.

Somos advertidos para que la impiedad de esos hombres no dañe nuestras almas: "vendrán burladores". Sí, es cierto. Lo hemos visto en la historia y en nuestra propia generación. El texto no solo revela que está decretado por Dios que vendrán, sino también cuándo sucederá: "En los postreros días".


¿Cuáles son los postreros días?

Confesamos que se trata de una pregunta difícil de contestar. Veamos lo que dicen las Escrituras, por un lado Pablo dice: "Que no seáis movidos fácilmente de vuestro modo de pensar ni seáis alarmados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, como que ya hubiera llegado el día del Señor" (2Tes.2:2). Esto es, que ese día no está a la mano.

Pero Pedro dice: "El fin de todas las cosas se ha acercado" (1Pedro 4:7).

¿Se contradicen ellos? No, definitivamente no. Parece que Pedro se refiere a la época final y Pablo a la hora final de los últimos días.


Otro texto dice: "Cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo" (
Gálatas 4:4). Hay un tiempo y la plenitud o culminación de ese tiempo.

Si leemos de Adán en adelante, hubo cambios en el pueblo de Dios. Primero fueron extranjeros en tierra ajena (Hechos 7:6), luego se estableció la monarquía en la tierra prometida (1Samuel 16:1). Después fueron llevados cautivos (2Crónicas 36:20). Más tarde fueron traídos de nuevo al estado glorioso de Israel. Entonces se consumó la llegada del Cristo: "Cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo".


Al principio tuvieron sólo luz de la naturaleza, luego la Ley escrita, y ahora la gracia de Jesucristo. De manera que desde el tiempo de la ascensión del Señor Jesús hasta Su regreso en gloria es el último tiempo o los postreros días, puesto que no ocurren las alteraciones antes de Su encarnación en el vientre de María.

Es obvio que los días postreros no se refieren a los días de Dios, sino al peregrinar de Su pueblo sobre la tierra, por tanto ahora tenemos un estado espiritual sin alteración por gracia.

Si para los apóstoles "el fin del tiempo" no estaba lejos, entonces ahora está muy cerca. Si allá fueron los últimos días, ahora estamos cerquísimo al día final. Si estamos en la última hora, no está lejos el último minuto.


¿Tiene usted idea de a cuántos años estamos del minuto final?

Agustín decía "No preguntemos lo que Dios no nos dirá".

Y alguien agrega, "lo que sí debe importarnos es estar plenamente seguros de que Cristo mora y gobierna en nuestros corazones, antes de que le veamos en las nubes."


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

lunes, 20 de septiembre de 2010

De generación en generación

El tema es constante en toda la Escritura. Una generación de creyentes que transfiere la verdad de Dios a la siguiente generación.
Observa:
(1) La generación mayor es llamada a proclamar a los jóvenes las gloriosas obras de Dios, Su rescate, fidelidad y justicia (Salmo 71:18; 78:4; 145:4).

(2) En cierto grado, la fidelidad de una generación se remonta o está conectada a la fidelidad de la anterior generación (Salmo 78:5-8).

(3) En contraste, la infidelidad de una generación a menudo se conecta al distanciamiento de la fidelidad de generaciones previas (Jueces 2:10-11).

(4) Los creyentes de una generación mayor tienen esperanza de una vida prolongada, con objeto de cumplir mayordomía cristiana (Salmo 71:18).

(5) La herencia se transfiere en el hogar, de padres a hijos (Deuteronomio 6:6-9).

(6) Es herencia con visión: para alcanzar generaciones aún no nacidas (Salmo 22:30; 78:6; 102:18).

(7) Fundamental, esta herencia tiene raíces profundas en la inmutable fidelidad de Dios con cada generación (Génesis 9:12-13; 17:9; Deuteronomio 7:9; Salmo 33:11; 89:1).

La sucesión también se refleja en el ministerio pastoral del Nuevo Testamento. Los pastores son llamados a identificar y entrenar sucesores, como en el modelo de Pablo y Timoteo. Pablo entrenó al joven y esperaba que Timoteo -a su vez- entrenara a una nueva generación de maestros que el mismo Pablo no vería (2 Timoteo 1:13-14; 2:2).

Esta mayordomía del evangelio requiere pensar con seriedad en la transición. Debiera ser una prioridad en iglesias y pastores, entre otras cosas porque "la sucesión no es fácil, tampoco es suave; a menudo no tiene éxito. Y es asunto de integridad evangélica."

Tony Reinke.
http://www.sovereigngraceministries.org