sábado, 31 de julio de 2010

Haz algo!

Algunas sugerencias de cómo establecer diferencia en tu iglesia local:
*encuentra una buena iglesia local
*involúcrate
*hazte miembro de ella
*permanece ahí tanto como puedas
*pon lejos tus ideas revolucionarias, por un tiempo al menos
*únete a los visionarios sensatos
*ve a tu iglesia este Día del Señor y adora en espíritu y en verdad
*sé paciente con tus líderes
*goza con la proclamación fiel del evangelio
*soporta a quienes te han herido
*otorga a otros el beneficio de la duda
*di "hola" a ese adolescente que luce inadvertido
*da la bienvenida a aquella vieja dama del pelo azul y al jovencito de los tatuajes
*sé voluntario en cuna
*asiste a la reunión congregacional
*trae tu pollo frito a la paila común, igual que todos los demás
*invita a un amigo
*invita a una pareja nueva a tomar café
*ofrenda para benevolencia
*canta de verdad, a todo pulmón
*da gracias que alguien barrió los pasillos
*disfruta esos domingos que hacen "click"
*ora con extra-fervor los domingos que no lo hacen
*y en todas estas cosas, no menosprecies los días, las semanas o los años de las pequeñas cosas (Zacarías 4:8-10).

Kevin De Young.http://www.sovereigngraceministries.org

Meditación del 31 de Julio

"Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6:5).


El libro de Génesis o primer libro de Moisés es un libro de generalidades, no entra en los detalles particulares del mundo de entonces, y en este versículo se confirme ya que nos da un título general de la situación de maldad reinante en aquel entonces, aunque por el juicio que trajo tenemos idea de hasta dónde descendió el desenfreno de la naturaleza humana caída en pecado.

La corrupción natural o pecado es un principio de rebeldía contra Dios, el ser humano experimenta una fuerte e inexplicable aversión hacia lo divino pero disfruta lo pecaminoso. Los hijos de Adán están naturalmente dispuestos a escuchar lo que causa error, oír la voz de Satanás, como está escrito: "Sin embargo, en una o dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende" (Job 33:14).


Cuán a menudo los ojos físicos ciegan los ojos del entendimiento: "Y vio la mujer que el árbol prohibido era bueno para comer y que era agradable a los ojos" (Génesis 3:6).

El hombre nunca es más ciego a la realidad espiritual que cuando está mirando objetos más agradables a los sentidos carnales.

Demos un corto recorrido sobre Génesis 3:7-13 y veamos en el espejo de las Escrituras el cuadro de nuestra naturaleza en la vida de nuestros primeros padres, tan pronto como el pecado tomó gobierno de ellos.


Los hijos de Adán no tienen necesidad de ser enseñados a coser hojas de higuera para cubrir su desnudez o vergüenza: "Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron ceñidores" (v.7).

Cuando se arruinen a sí mismos y cometan actos vergonzosos, buscarán ayuda en ellos mismos y por ellos mismos. Harán cualquier esfuerzo para cubrir la vergüenza o culpa de sus pecados con métodos naturales y auto-engaño. Tratarán de cubrir la culpa de sus conciencias con música y colores. Ninguno buscará cubrir sus pecados con la sangre del Cordero de Dios, la piel del sacrificio.


Los hijos de Adán siguen el mismo ejemplo de sus padres, escondiéndose de la presencia de Dios: "Cuando oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del jardín"(Génesis 3:8).

Somos tan ciegos que trataremos de escondernos de Dios entre las sombras de los árboles. Nos prometemos seguridad en los pecados secretos: "El ojo del adulterio está aguardando la noche, diciendo: No me verá nadie" (Job 24:15).

Los hombres harán en secreto lo que se avergonzarían hacer delante de un niño, como si la oscuridad pudiera esconder de los ojos de Dios, tienen a Dios por mortal, como si él viera igual que los hombres.


Descuidamos la comunión con Dios y somos adversos a ella.

En toda buena comunión de los hombres con Dios, él siempre dará el primer paso. Cuán lentos somos para confesar pecado y tomar la culpa y vergüenza para sí: "El respondió: Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí" (Génesis 3:10).

Adán confesó su desnudez, innegable de tan obvia, pero no dijo una palabra de su pecado. Será natural tratar de esconder el pecado, siempre que se pueda, por eso es que "Dios juzgará los secretos de los hombres" (Romanos 2:16).

Los ladrones se considerarán como honrados mientras les parezca que nadie pueda demostrar su maldad.


Además, nos resulta natural transferir a otros la culpa de nuestros pecados.

Adán culpó a la mujer, y la mujer a la serpiente: "El hombre respondió: La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Por qué has hecho esto? La mujer dijo: La serpiente me engañó, y comí" (Génesis 3:12-13).

Ningún ser humano necesita que le enseñen esta táctica infernal. Echarán la culpa sobre Dios mismo y su providencia, llamarán mala suerte a los frutos de su pecado como si la desgracia fuera algo extraño que ellos por "su pureza" no se merecen.


Nótese el hablar de Adán, "la mujer que me diste por compañera me dio del árbol y yo comí." Primero se defiende de la culpa y luego confiesa su falta.

Su defensa es larga, pero su confesión es corta "yo comí". La mujer fue mas breve aún: "comí" (v.13).
Observe la astucia de la maldad: "la mujer que me diste", preciso en señalar con lujo de detalle como para no equivocarse ¡cuando había una sola mujer en toda la creación! Diciendo "tu regaló me arruinó". Y para acentuar el sentido de echarle la culpa a Dios el hombre dijo: "La que me diste por compañera", cuando pudo decir simplemente "ella me dio".

En defenderse lo extendió, en confesar lo acortó. Bien dice Salomón: "La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón" (Proverbios 19:3).


Pero ante todo esto hay un poderoso y eterno remedio:

"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1).

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

viernes, 30 de julio de 2010

Cinco palabras importantes

Una y otra vez he visto que una simple pregunta puede abrir al evangelio el corazón de la gente. Generalmente no hay interés en asuntos espirituales, hasta que hago la pregunta. Y luego de estas cinco palabras, he visto a algunos llorar de repente y desbaratar sus murallas. La pregunta es "¿Cómo puedo orar por ti?"

Es similar a otra hecha por Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti? (Mateo 20:32). Porque en esencia nuestra pregunta dice "¿Qué quieres que pida a Jesús que él haga por ti?" Es posible que la pregunta nos permita mostrar a otros el amor de Cristo y abrir sus corazones previamente cerrados al evangelio.

Tengo un vecino, ejecutivo retirado, duro hombre de negocios, que vive al lado de mi casa. Todo un profesional en la materia de esconder sus sentimientos y mantener conversaciones en niveles superficiales.
Hasta el día que ambos nos encontramos frente a frente en la verja que separa nuestras casas, y le pregunté "¿Cómo puedo orar por ti?" Sus ojos se llenaron de lágrimas y toda su apariencia de autosuficiencia se derrumbó. Por primera vez en siete años me permitió hablarle de Jesús.

La pregunta es simple, muy corta, fácil de recordar. Podrías usarla con tus amigos de largo tiempo o con personas que acabas de conocer. No es demasiado personal o aplastante para aquellos que te darían una respuesta brusca en el momento. Y, sin embargo, a menudo conduce a que otros escuchen el evangelio.
Puedes repetirla cada vez que hables con alguien y la pregunta nunca será vieja.
Pero hazla con sinceridad y sencillez: "¿Qué puedo orar por ti?"
Los resultados te sorprenderán.

Publicado por

Tim Chester.co.uk

Meditación del 30 de Julio

"Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres" (Salmo 9:20).


La prosperidad terrenal hace olvidar lo que somos. pero la debilidad nos lo recuerda. El original del ser humano es polvo de la tierra y todos volverán de donde fueron tomados.

Por ese defecto natural que tenemos, hemos de cultivar humilde sentido de nuestra original bajeza e indignidad pecaminosa en medio de la prosperidad.

Somos muy dados a pensar siempre por encima de la realidad. En medio de la vanidad solemos perder el conocimiento de nosotros mismos, como dice el salmista: "Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres" (Salmo 9:20).


Hay hombres que están por encima de otros, pero delante del Creador todos son como nada, y ninguna de las cosas materiales los hará mas aceptos frente al Señor, aunque halla diferencia en la tierra.

Un pasaje bíblico nos enseña cuán inciertas son las cosas de este mundo que llamamos maravillosas: "había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino... Había también un mendigo llamado Lázaro, lleno de llagas..." (Lucas 16:19-22).

El menesteroso presentaba un espectáculo miserable, pero también tenía alma inmortal, llevada por los ángeles a Dios; pero el otro, un ricachón, fue echado en el infierno.

Esta consideración debiera llevarnos a pensar con cordura y humildad de nosotros mismos. Porque sería una afrenta a nuestra razón estar maravillados de apariencias o sentirnos orgullosos de vanidades pasajeras. Al contrario, debiéramos siempre estar conscientes que lo único nuestro es el pecado y la miseria, para exclamar como Jacob: "Menor soy que todas las misericordias y toda la verdad que has usado para con tu siervo" (Génesis 32:10).

A mayor humildad en el corazón, más del cielo en el alma.

Es esa compostura del entendimiento lo que nos prepara para recibir las gracias y consuelos del Espíritu Santo en un grado excelente. Días después de esa humilde declaración, y luego de una larga sección de oración, el patriarca Jacob agregó: "Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma" (v.30).


La enseñanza divina debe ser persuasiva para estimularnos a cultivar la humildad
"porque Dios resiste al soberbio." Priva de tesoros espirituales a quienes se valoran ellos mismos y se inflan por lo que de este mundo poseen. En
cambio, "Dios da gracia al humilde": un adecuado sentido de nuestras debilidad e indignidad nos hace partícipes de las bendiciones del cielo.


"Si buscamos estar en la boca de los hombres con el fin de vivir en sus conversaciones, entonces Dios nos aborrece...Por tanto, trabajemos para hacer el bien en lo secreto. Los cristianos deben ser como los minerales, ricos en las profundidades de la tierra."

Este es un excelente remedio contra el mal de la prosperidad, porque el amor a las cosas terrenales no busca otra cosa sino tratar de ganar la opinión favorable de las criaturas, ser el plato de conversación de los hombres.

La humildad mata eso.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

jueves, 29 de julio de 2010

Dios de maravillas

Meditación del 29 de Julio

"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal" (Mateo 6:13).


Nuestro amado Redentor no ora aquí por absoluta inmunidad y liberación, sino por preservación del mal.

Cuando pedimos que "no nos meta en tentación", no significa pedir por una absoluta exención de la tentación, sino que no caigamos bajo el peso o gobierno de la tentación. No caer en las manos de Satanás o ser maltratado por él, como se explica en el verso: "Líbranos del mal".


¿Cuáles son los peligros de un estado terrenal? Dos cosas: La abundancia de lazos contra el alma, y nuestra propia debilidad.

(1) La abundancia de lazos. El mundo está lleno de trampas y aunque podemos caminar libremente somos fácilmente manchados. Todas las condiciones de la vida son lazo, la adversidad y la prosperidad tienen sus peligros: "Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí, y no me des pobreza ni riqueza. Solo dame mi pan cotidiano; no sea que me sacie y te niegue, o diga: ¿Quién es Jehová? No sea que me empobrezca y robe, y profane el nombre de mi Dios" (Proverbios 30:8-9).

Un vestido muy corto que no cubre nuestra desnudez y el otro muy largo que impide servir a Dios. Como ciertas enfermedades que nacen en la abundancia y otras por causa de la necesidad.

Prosperidad es lo que más buscan los hombres, pero también lo más peligroso: las hierba mala crece más fácilmente en la tierra bien abonada que en suelo seco.

Riquezas, deleites y placeres nunca serán motivo para llevarnos Cristo, en cambio la miseria sí. David no fue asaltado por la codicia mientras huía en el desierto sino mientras paseaba en la terraza de su palacio.


Los hombres con muchas posesiones de las cosas del mundo desarrollan un espíritu mundano más acentuado. Muchos hombres con negocios de doble contabilidad rehúsan el evangelio al decir que para servir a Dios tendrían que cerrar sus negocios, son guiados por un espíritu profano. Es verdad que cuando el empleo o vocación es puramente mundano, el corazón se aparta de Dios y encuentra menos sabor en las cosas santas.

Las tentaciones están donde uno menos imagina, en el empleo, la adoración, el comer, el dormir, el beber, la diversión. Son como el viento que viene del norte, del este, del sur y del oeste. Como está escrito: "Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehová, y entre ellos vino también Satanás" (Job 1:6).

Es como una fiesta donde acuden más personas que las invitadas.


Hay peligro en la soledad como en la compañía, y sucede como dice Salomón: "Porque tú no sabes cuál será mejor, si esto o lo otro, o si ambas cosas son igualmente buenas" (
Eclesiastés 11:6).

Hay peligro también en nuestro temperamento y el Maligno tiene carnada para cada uno: la fama que busca el ambicioso, lo material para el codicioso y los placeres para el sensual, y Dios en Su justicia lo permite: "Por tanto, así ha dicho Jehová, he aquí que yo pongo tropiezos a este pueblo, y caerán en ellos los padres junto con los hijos; el vecino y su prójimo perecerán" (Jeremías 6:21).


(2) Nuestra debilidad. No solo hay trampas y tentaciones en el mundo, sino que también hay la inclinación al peligro en la parte tentada: "Cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido" (
Santiago 1:14).

Satanás no necesita soplar la llama, la gasolina siempre está presta a incendiarse: "El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil" (Mateo 26:41).

Satanás nunca podría entrar a tentarnos si dentro de nosotros mismos no abrimos la puerta. Como Sansón no habría sido vencido por los filisteos si Dalila no lo traiciona.


Cuídate, porque el mundo es un lugar muy peligroso aún para un verdadero discípulo de Cristo.

Dios ha dado dos remedios inseparables para guardarnos contra este peligro: "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (Mateo 26:41). Velar para no ser descuidados y orar para no ser auto-confiados.

El creyente vela para descubrir la aproximación del enemigo y ora para clamar por la ayuda de Dios contra la tentación.

Los dos remedios se ayudan mutuamente.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

miércoles, 28 de julio de 2010

Deuteronomio 16

Meditación del 28 de Julio

"Y dijo Faraón a Jacob: ¿Cuántos son los días de los años de tu vida?. Respondió Jacob: Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos son los días de los años de mi vida" (Génesis 47:8-9).


Es probable que la pregunta fuese simple curiosidad del rey al ver la acentuada apariencia de vejez en la cara de Israel. Quizás no había un hombre tan viejo como el, o que aparentara tan anciano: 130 años de edad, cojo, un hombre de rostro muy sufrido.

Cristo fue varón de dolores y algunos piensan que aparentaba cerca de 50 años cuando tenia algo mas de 30: "Le dijeron los judíos: Aún no tienes ni cincuenta años" (Juan 8:57).


La gloria del cuerpo no es la apariencia sino la razón, y si quieres conservar la constitución de tu ser procura que la pasión no usurpe el lugar de tu raciocinio: "Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (
Gálatas 5:24).

Para mantener el intelecto fresco como Jacob es recomendable negarse a los deseos de la carne y cultivar los placeres del intelecto haciendo la voluntad de Dios, y aunque el hombre exterior se vaya desgastando, el interior se renueva de día en día.

Haz tus deberes de este día y conocerás años de paz.


Cuando vemos las huellas de los años sobre una persona, es normal que una inocente curiosidad se levante para indagar su número, en especial si en Egipto no era común ver hombres tan ancianos, el rey se maravilló al verlo y le preguntó.

No creo que sea de beneficio averigüar la edad de otros, pero sí de mucho provecho saber cuánto tenemos y qué hemos hecho durante ese tiempo para servir a nuestra propia generación.


El tiempo que pasó, se perdió. Pero es peor si ese tiempo perdido y sus obras están
escritas en el Libro que será abierto un día. ¿Cuándo se pierde un día?

Un día comercial se pierde cuando no ha reportado ningún beneficio económico, de manera semejante un día de tu vida se pierde cuando no puedes recordar ninguna buena acción en él. Necesitas redimir tu tiempo y que tus obras presentes no se levanten contra ti en el día final.


La respuesta dada por Jacob a Faraón fue extraña: "Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años" (v.9). Habló como habla un patriarca, con seriedad y solemnidad, pesadas palabras salieron de sus labios, pero sazonadas con gracia: "Mi peregrinación". Puso un tierno toque de lenguaje piadoso a su respuesta, como si hubiese dicho que no era de este mundo, que era un extranjero en esta tierra. Es el mismo lenguaje que aprendió de su padre, y si Abraham es también nuestro padre, luego todos debemos considerarnos como ellos, viajando hacia otra vida mucho más excelente que ésta.


En los santos el mañana es mejor que cualquier día pasado, pues está más cerca de la eternidad. Acentúa que la felicidad no se halla en esta tierra donde las nubes siguen tras la lluvia. Todo cambia y nada es firme ni seguro.

Jacob entendía que seria muy útil que Faraón supiera que hay otro mundo mejor:

"Mejor el día de la muerte, que el día del nacimiento" (Eclesiastés 7:1).

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

martes, 27 de julio de 2010

Meditación del 27 de Julio

"Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores" (Isaías 53:12).


Repartir despojos es resultado de una conquista segura, real y aplastante; de destrucción total del enemigo.

Cuando los hijos de Israel estuvieron próximos a entrar en la tierra prometida, se les señalaron siete reyes a vencer: "Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual entrarás para tomarla en posesión, y hayas expulsado de delante de ti a muchas naciones (heteos, gergeseos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos: siete naciones mayores y mas fuertes que tú)" (Deuteronomio 7:1). El poder de los enemigos de Israel magnificó el poder del Dios de Israel.

De manera semejante es con las conquistas de nuestro Salvador.


Consideremos
más particularmente algunos enemigos:

(1) El diablo, un poderoso adversario. Causa gran turbación a los hijos de Dios, acusa, los solicita al mal, llena sus almas de inquietudes y temores, malos pensamientos, y los condena. No debiéramos olvidar que Dios lo ha condenado a él por condenarte a ti.

A veces el diablo solicita al pecado, inyecta pensar carnal y provocante; pero es divinamente reprendido: "Y dijo el Señor a Satanás: El Señor te reprenda, oh Satanás" (Zacarías 3:2). Hay gracia para chequearlo y oponerse al mal.

Por mucho tiempo mantuvo el mundo bajo ignorancia y tinieblas, pero ahora: "El príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31). Cristo venció y nos ha hecho partícipes de Su victoria. Por tanto Satanás es nuestro enemigo.


(2) La ley fue un enemigo. Cuán consolador es poder decir fue, significando que ya no lo es. Cristo suprimió el poder que la ley tenía contra nosotros para condenarnos, nos impedía ser aceptos delante de Dios, nos ataba a la ira divina y a una obediencia tal que no podíamos cumplir frente a Dios: "Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz" (Colosenses 2:14). Todos éramos presa de la ley hasta que Cristo se levantó y tomó nuestra causa en su cuerpo aboliendo la enemistad. Ahora la ley es nuestra aliada, un medio para santificarnos, no una causa que nos impida: "No éramos bajo la ley, sino bajo la gracia" (
Romanos 6:14).


(3) La muerte y el infierno. De todos nuestros enemigos, estos son los mas potentes y severos, aunque vencidos por Cristo. Nuestro Salvador, conquistando la ley, necesariamente conquista la muerte: "Porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley
.. y luego agrega: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón" (1 Corintios 15:54-56). La muerte destruida y llevada a nada.

Por Cristo, la muerte es hecha amiga, como Aman sirvió aMardoqueo. La sentencia divina le puso este sello: "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego" (Apocalipsis 20:14). Cuán consolador es saber esto para quienes tenemos interés en Cristo, y saber que Cristo tiene las llaves de la muerte y del infierno.


(4) La carne. La corrupción de nuestra naturaleza es un enemigo en nuestro propio pecho, nos insinúa el mal con deseos placenteros: "La mente natural es enemistad contra Dios" (
Romanos 8:17). La carne es un problema continuo para un corazón que esté bajo la gracia.

Aunque la carne sea tan querida como nuestra propia piel, aun así es una espina en la carne a cualquier alma en la fe. Pero está escrito en la ley de la fe: "Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne" (Romanos 8:3). El pecado en tu carne está enraizado en tus deseos corruptos, pero está condenado y la sentencia será ejecutada: "La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio" (Mateo 12:20). Esto es, que El hará la cruz triunfante.


Por tanto, que tu comportamiento hacia Cristo sea siempre verle como el Gran Conquistador. A menudo, la turbación de nuestras almas viene porque perdemos esta victoriosa visión de nuestro Redentor: "El guarda las almas de sus santos, de mano de los impíos los libra" (Salmo 97:10). Aplica tu alma a este asunto y no permitas que se desate.

Cuán dulcemente podrá tu corazón razonar y argumentar así: Este es mi Cristo, este es el que murió por mí, pertenezco al lado de los vencedores.

Considera, pues, que Cristo es el Gran Conquistador.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

lunes, 26 de julio de 2010

Einstein

Meditación del 26 de Julio

"A tus manos se acoge el desdichado; tú eres el amparo del huérfano" (Salmo 10:14).

El Dios de Abraham es el Dios de los débiles, porque tanto el desdichado como el huérfano tienen como cualidad principal su enorme debilidad. En este sentido te invito a que considerar estos argumentos.

Mira el encargo que Dios Padre dio a Cristo con respecto a los débiles.

Empecemos con esta profecía: "He aquí mi siervo, a quien sostendré; mi escogido en quien se complace mi alma. Sobre él he puesto mi Espíritu, y él traerá justicia a las naciones. No gritará ni alzará su voz, ni la hará oír en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que se está extinguiendo; según la verdad traerá justicia" (Isaías 42:1-3). El Nuevo Testamento lo resume así: "Porque aun siendo nosotros débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos" (Romanos 5:6).

Vino para que tengamos vida y para que la tengamos en abundancia, y Dios se complace en el humilde y en el débil.


De los apóstoles, se nos dice que el más tosco y débil fue Pedro: negó al Señor y después de unos 17 años de convertido también se confundió con la salvación por fe. Nadie llegó tan lejos en debilidad como él, no obstante mira lo que el Señor Jesucristo hizo con Pedro en comparación con los demás: "Cuando habían comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón hijo de Jonás, ¿me amas tú más que estos? Le dijo: Si, Señor; tu sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Le volvió a decir por segunda vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le contestó: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: "¿Me amas?" Y le dijo: Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas" (
Juan 21:15-17).

A Pedro, quizás el peor y más débil de todos los discípulos de Jesús, el Señor de gracia y verdad lo puso como el mayor de todos, porque de entre todos fue Pedro quien comió mayor misericordia de la compasión de Jesús.


Hermano, no te desalientes con tu debilidad. No son los hombres quienes te glorificarán, sino el Dios cuyo Nombre es este: "El es bueno, y para siempre es Su misericordia, El es el Dios de toda bondad".

Cristo cuidó con más empeño a los débiles en la gracia, y es notorio cómo las Escrituras registran el cuido compasivo, personal y eficaz que dio no solo a Pedro, sino también a otro tan débil como Pedro, a Tomás: "Luego dijo a Tomás: Pon tu dedo aquí y mira mis manos; pon acá tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!" (Juan 20:27-28).


Aunque débil en la fe, aún así
tienes derecho a todas las promesas.

Eres participante de la naturaleza divina, tus aflicciones son limpiadas de toda maldición, eres heredero de la herencia de los santos en luz; te pertenece una herencia incorruptible e inmarcesible en los Cielos: Dios es tu porción, Cristo es tu Salvador, y el Espíritu Santo es tu consolador. Tu mansión es el Cielo, los ángeles tus guardianes, todo eso y mucho más es tuyo, aun cuando tengas fe muy débil.

Hermano, no es la humillación lo que debilita. Es la depresión, el desánimo y la parálisis espiritual.

Por tanto, piensa y medita lo que hay en Cristo para ti.

Considera el texto: "Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá y os salvara. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, huirán la tristeza y el gemido" (Isaías 35:3-4,10).

¡Levantaos, pues, almas abatidas! Haced obras de justicia y confiad en Dios.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

sábado, 24 de julio de 2010

Bonhoeffer y la reprensión

La base sobre la cual un cristiano puede hablar con otro es que cada uno sabe que el otro es un pecador quien -incluso con la mejor de las recomendaciones- se extravía y pierde si no recibe ayuda necesaria. No significa que los demás no tengan honor. Más bien, que damos a cada quien la verdadera distinción que un hombre puede tener, que como pecadores que compartimos la gracia y gloria de Dios, todos somos hijos de Dios.
Este darse cuenta proporciona a nuestro mutuo lenguaje la libertad y apertura que necesita.
Hablamos unos con otros de la ayuda que ambos necesitamos.
Nos amonestamos unos con otros para andar la vida cristiana como Cristo manda que se viva.
Nos advertimos unos a otros en contra de la desobediencia -nuestra constante.
Somos gentiles y firmes unos con otros, porque conocemos de la gentileza y firmeza de Dios.
¿Por qué habríamos de atemorizarnos unos con otros si todo lo que tenemos qué hacer es tener temor de Dios? (104/105).

Mientras más aprendamos a permitir que el otro nos hable la Palabra, a aceptar con humildad y gratitud incluso reproches severos y amonestaciones, más libres y puntuales seremos en nuestro propio hablar.
Alguno que por sensibilidad o vanidad rechace las palabras serias de otro cristiano tampoco podrá hablar la verdad en humildad a otros. Esta persona tendrá miedo al rechazo o a que otros hieran su sensibilidad. Personas irritables, sensibles, se convertirán siempre en aduladoras, y muy pronto se dedicarán a despreciar y calumniar a otros cristianos de su comunidad.
El hombre humilde se sujetará al amor y a la verdad, a ambos. Se apegará a la Palabra de Dios y permitirá que sea la guía de los demás en la comunidad. Ayudará a otros mediante la Palabra porque no busca nada para sí mismo y tampoco tiene temor de los demás (105).

Nada será más cruel que la indiferencia que abandona a otros en su pecado.
Nada será más compasivo que la severa reprimenda dispensada a un cristiano de nuestra comunidad para que abandone su camino de pecado. (105)

Bonhoeffer’s Life Together. Tim Chester.co.uk